Este blog es mi particular baúl de recuerdos, una hucha de momentos que me enriquece y me hace sentir que la vida es para vivirla sin prisa pero sin pausa...







domingo, 22 de mayo de 2011

Roma eterna

Ha costado pero... ¡ya tenemos destino para nuestras próximas vacaciones de verano!. Después de salvar algunas reticencias familiares, al fin hemos logrado consensuar el lugar al que entregaremos nuestra primera semana de vacaciones: el norte de Italia. Y hablo de "reticencias" porque durante nuestro último viaje a Roma, con ocasión de una llamada a su abuela, Martín se quejó de que "aquí la mama sólo me da de comer pizza, pasta y hamburguesas"; y, por otro lado, Carlos tuvo un conato de altercado con un guardia de seguridad en la Estación de Termini porque le hizo pagar 80 céntimos para poder ir al lavabo y es que no acababa de entender que hasta para el "alivio hidraúlico" hubiera que pagar. En fin...

La verdad es que el viaje a Roma dio mucho de sí e hicimos todo lo que debe hacer un turista que se precie: visitamos el Vaticano y el Coliseo, tiramos una moneda a la "Fontana de Trevi" en busca de la consecución de un deseo, tentamos a la suerte en busca de la verdad en la "Bocca de la Veritá", tomamos uno de los típicos y famosos helados italianos e, incluso, nos "casamos" con Martín como testigo... Pero vayamos por partes, que se me amontonan las ideas.

Desde el primer día decidimos utilizar el bus turístico. Quizá en lugares pequeños no tanto, pero en grandes ciudades como Roma o París y viajando con un niño, creo que es el medio de transporte más adecuado para hacernos una primera composición de lugar de todo lo que la ciudad ofrece. Nuestra primera parada fue -como no podía ser de otra forma- el Coliseo, que antes de las 10 de la mañana ya estaba atestado de turistas y romanos disfrazados de gladiadores. Por cierto, y sirva de "aviso a navegantes", el que pretenda fotografiarlos como si de un souvenir se tratara deberá pagar un "peaje" de al menos cinco euros si no quiere salir de allí con aspavientos:






Y una vez en lo alto del Coliseo, aprovechamos para apreciar toda la magnitud del Arco de Constantino, situado en las inmediaciones del coloso:


Hacia mediodía, y dispuestos a seguir pasando un calor abrasador, nos encaminamos en dirección al cercano Foro Romano, la mayor concentración de restos arqueológicos de palacios, templos, edificios públicos, villas, arcos conmemorativos y plazas nunca vista por nosotros (de momento... porque confío en poder visitar Grecia algún día...).

Es difícil hacerse una idea clara de cómo era el Foro Romano durante la época de su máximo esplendor porque los restos arqueológicos certifican la existencia de muchos e impresionantes edificios situados muy juntos, sin apenas espacio entre ellos, lo que debía dificultar su apreciación individual. De lo que no hay duda es de que debió de tratarse de un conjunto realmente espectacular y de ello dan fe las fotografías que, como todo turista que se precie, hicimos del recinto:








En el otro extremo del Foro, en la Plaza Campidoglio (o del Capitolio), encontramos la réplica de uno de los emblemas de Roma -y por extensión, también de Italia-: la Loba Capitolina, cuyo original se conserva en los Museos Capitolinos. Se trata de una escultura de bronce alegórica al episodio mitológico que explica cómo Rómulo y Remo, fundadores de Roma, fueron amamantados por una loba:



Desde la Plaza del Capitolio, y para congratularnos con nuestras piernas que empezaban a sentir el peso de tanta cultura, volvimos a coger el bus turístico y nos encaminamos rumbo a la Iglesia de Santa María de Cosmedin para contemplar su mayor atractivo, situado en el exterior del templo: la "Bocca della Verità". Se desconoce a ciencia cierta cuál fue su utilidad inicial y se barajan como posibles usos el de pertenecer a una fuente o, incluso, a una cloaca. Independientemente de la realidad, la leyenda cuenta que el mentiroso que introduce su mano por el orificio de la boca, la pierde.

Nosotros, emulando a Gregory Peck y Audrey Hepburn en Vacaciones en Roma, cumplimos con el ritual de introducir la mano en la boca sin mayor perjuicio. Eso sí, la media hora de cola bajo el achicharrante sol romano no nos la quitó nadie:



Después de tentar a la suerte, nos dirigimos a la Piazza Navona para comer a la sombra en una de las múltiples terrazas que la circundan. El menú, obviamente, a base de pizza y pasta porque, dejando aparte el desayuno, ¡era nuestra primera comida italiana!:


La famosa plaza, una de las más bonitas de Roma, está ubicada en lo que antaño fue el Circo Domiciano, de ahí sus grandes dimensiones y su forma ovalada. Está dominada por la Fuente de los Cuatro Ríos, obra de Bernini situada en el centro y a ambos extremos de la misma se sitúan otras dos fuentes que acaban de completar el conjunto escultórico del lugar. La verdad es que agradecimos la presencia de tanta agua a mediodía y bajo un sol de justicia y aprovechamos para refrescarnos y aprovisionarnos de agua antes de continuar nuestro paseo. Y es que, si algo tiene bueno Roma -al menos en verano- es la cantidad de fuentes que existen a disposición de los paseantes, con un agua muy fresca y particularmente buena:





Seguimos nuestro recorrido en dirección al Panteón de Agripa (o Panteón, simplemente), templo circular dedicado a todos los dioses y al que se accede por una columnata desde la Piazza de la Rotonda:



Su interior alberga, entre otras, la tumba de Rafael...



 ...y la de Vittorio Emanuele, "padre de la Patria", ante la cual hay que descubrirse en señal de respeto (es decir, quitarse la gorra) por orden del intransigente vigilante que está al pie de la misma:



Pero lo más impresionante, sin duda, son los 43 metros de diámetro que tiene su cúpula con la cual se da forma a la bóveda más grande jamás construida. En el punto más alto de dicha bóveda se abre hacia el exterior un óculo de casi 9 metros de diámetro por donde entran tanto la luz del sol y el aire como el agua en días de lluvia. La perfección de la construcción se completa con unos pequeños orificios labrados en el suelo que, a modo de desagüe, sirven para evacuar el agua que penetra en el recinto a través del óculo cuando llueve:





Seguimos aprovechándonos del placer de viajar en el bus turístico y desde el Panteón nos dirigimos al Vaticano para tener una primera toma de contacto con el que iba a ser nuestro destino casi exclusivo al día siguiente. La Plaza de San Pedro estaba rodeada de una cola de pacientes turistas que aguantaban con tesón el sol que todavía caía a plomo a aquella hora de la tarde (¡menos mal que nosotros decidimos madrugar al día siguiente y visitar la zona en las horas más frescas el día!)...



...y de nuevo las fuentes de agua romana (¿o vaticana?) nos ofrecieron el refresco que necesitábamos:



Dejamos el Vaticano hasta el día siguiente y nos dirigimos al Ara Pacis (Altar de la Paz), monumento conmemorativo que data de la época del Imperio Romano y que fue edificado en acción de gracias por una época de paz que se vivió durante el mismo. Está construido en mármol y profusamente decorado por todos sus lados siendo su función principal la de servir de altar para el sacrificio de animales entregados a tal fin como muestra de agradecimiento. Actualmente, el altar está protegido por un edificio vidriado que se ha construido en torno a él y que hace las veces de museo:




Nuestra primera tarde en Roma concluyó con una visita turísticamente indispensable: la "Fontana de Trevi". De nuevo, fuimos unos disciplinados turistas y cumplimos con el ritual de arrojar unas monedas a la fuente con la esperanza puesta en la consecución de un deseo. Bueno... un deseo o varios porque Martín, que al principio no quería hacerlo, acabó encontrándole el gustillo a eso de echar monedas al agua. Realmente es la fuente más espectacular que he visto nunca y no me estraña que haya sido escenario de películas y anuncios de todo tipo...



...sobre todo por la exquisita combinación del arte, la frescura del mármol y el murmullo del agua cayendo en la fuente...


...aunque a mí, de momento, no se me ha cumplido el deseo...

La mañana de nuestro segundo día en la capital italiana la dedicamos íntegramente a visitar el Vaticano. Huelga decir lo que ya sabe todo el mundo: la magnificencia de las instalaciones, su grandiosidad, la perfección de las formas, la acumulación de arte y cultura... pero una cosa es saberlo y otra muy distinta verlo: ¡es espectacular!.

Para empezar, la guardia suiza, con su particular y vistoso uniforme, recibe a los visitantes con una impertérrita pose poco dada a bromas...




...así que tras la fotografía de rigor (casi robada) decidimos continuar nuestra visita sin más dilaciones.

De cerca, la fachada de la Basílica lucía con todo su esplendor...


...pero decidimos iniciar el recorrido por el interior del templo para evitarnos aglomeraciones. Siguiendo los sabios consejos de mi hermano, muy ducho en estas lides, optamos por visitar en primer lugar la cúpula de la Basílica ya que a primera hora hay menos afluencia de gente. A medio camino de la ascensión, en la parte interior del templo, tuvimos ocasión de contemplar la altura de su nave central, en la que estaban oficiando misa...



...y los detalles interiores de la cúpula, bajo la cual había inscripciones en latín como la de Tibi Dabo ("a tí te lo damos"), que llamó mi atención por recordarme al templo barcelonés del mismo nombre:



Desde ese punto, nuestro recorrido hasta el punto más elevado de la Basílica de San Pedro resultó un tanto angosto porque a medida que ascendíamos por las escarpadas escaleras el paso se iba estrechando e inclinando siguiendo la forma curvada de la cúpula. Pero el esfuerzo tuvo su recompensa al contemplar vistas como éstas de la Plaza de San Pedro y del exterior de la cúpula...





...y, en el otro lado, los magníficos jardines de la residencia papal...


Una vez descendimos de la cúpula, nos adentramos en el interior de la enorme Basílica de San Pedro, el mayor templo de toda la cristiandad. De nuevo, las fotografías hablan por sí solas al mostrarnos una perspectiva general...


...los detalles de la decoración en cúpula y paredes...



...el baldaquino central...




...los escudos vaticanos, presentes en mil y un lugares, con las llaves de San Pedro como icono emblemático...


...la omnipresente figura de San Pedro...



...y los lujosos detalles de un suelo alfombrado de mármol, con pequeños sumideros metálicos similares a los que ya habíamos visto en el Panteón:





Nuestra visita continuó en los Museos Vaticanos, todo un ejemplo de concentración de arte, con profusión de pinturas en techos y paredes...



...entre las que destacan por encima de todas las de la Capilla Sixtina, sede de nombramientos papales, revestida con las escenas de la Creación que fotografiamos a hurtadillas, esquivando la mirada de un vigilante agobiado de tanto turista:



La salida de los Museos Vaticanos, a través de su enorme escalera en espiral, puso el punto final a una intensa mañana:



Después del merecido descanso a la hora de comer, cogimos un autobús urbano y nos alejamos bastante del centro de la ciudad siguiendo el curso del río Tiber hasta llegar al "Ponte Milvio", lugar donde los protagonistas de la novela Tengo ganas de tí, de Federico Moccia, se prometen amor eterno colocando un candado en el puente y lanzando después su llave a las aguas del río. Lo que fue sólo la escena de una novela acabó convirtiéndose en una tradición y años después de su publicación se cuentan por miles los enamorados que han seguido la estela de los protagonistas de la historia, colocando tantos candados en la superficie del puente y en sus farolas que han puesto en peligro su estabilidad debido al peso de los mismos:



Y allí es cuando Carlos y yo decidimos "casarnos". Después de todo, ya que estábamos allí teníamos que aprovechar y cumplimos con la tradición de colocar nuestro candado en el puente, con Martín como particular testigo de la ceremonia. Las llaves, por supuesto, las tiramos al río así que no creo que pueda liberarse el candado si no es forzándolo, cosa que por otro lado me parece difícil ya que Carlos se aseguró de comprar uno bien grande marca "Tifón":




Nuestro tercer día en tierras romanas comenzó en "Campo de Fiori", un mercado de frutas y verduras al aire libre que ya cité en otra publicación anterior y que despertó en nuestras papilas gustativas la imperiosa necesidad de comer un buen vaso de fruta fresca...





...eso sí, bajo la atenta mirada de la tétrica escultura de Giordano Bruno que, a contraluz, resultaba si cabe más inquietante...


En las inmediaciones de "Campo de fiori" tuvimos ocasión de cumplir con otra de nuestras tradiciones turísticas, vinculada a lo que es nuestro negocio familiar: visitar una panadería. ¡Y tuvimos suerte!: el panadero acababa de sacar del horno una estupenda pieza más larga que un día sin pan (nunca una frase fue más apropiada) y posó para nuestra foto de esta guisa:



Con el frescor de la fruta todavía en la boca y el olor a pan recién hecho ubicado en nuestras pituitarias, nos encaminamos hacia el Trastevere, barrio romano de caracter bohemio, formado por pequeñas callejuelas y cuajado de pequeños restaurantes y típicas pizzerías...



...pero también de iglesias que atesoran obras de arte de incalculable valor, como la Iglesia de Santa María in Trastevere, que tiene la honra añadida de ser la basílica más antigua de Roma...



...o la Basílica de Santa Cecilia, cuyo altar principal -que se dedica a la santa del mismo nombre- está presidido por una escultura de Santa Cecilia en una pose hiper-realista que evidencia su martirio:



Con el alma reconfortada después de visitar tanto lugar de culto nos encaminamos a lo que para nosotros fue como una penitencia: la subida al Monte Aventino, una de las siete colinas de Roma, en busca de la que -según dicen- es una de las mejores vistas del Vaticano. Y es que en la Plaza de los Caballeros de Malta, en el edificio de la orden del mismo nombre y, concretamente, en el denominado Portón del Priorato se esconde una sorpresa: si te aproximas al agujero de la cerradura y miras a través de él verás un jardín y al fondo, como formando parte del mismo, la cúpula de la Basílica de San Pedro. De ahí que se diga que "la mejor vista del Vaticano está en un agujero". Desgraciadamente, en las fotos no se aprecia porque nuestra cámara no tiene la resolución adecuada para este tipo de fotografías, pero sí pudimos plasmar cierto halo de misterio (y doy fe de que, al fondo, se veía la cúpula)...



En cualquier caso, las vistas desde lo alto del Aventino son espectaculares e incluso permiten jugar a tener a la iglesia en la palma de la mano...



Entre subir y bajar del Aventino nos plantamos en la hora de comer y decidimos hacer un alto en el camino para saciar nuestros estómagos y dar un relax al cuerpo en forma de siesta. La verdad es que nos sentó de maravilla y ya al atardecer proseguimos con la visita con las piernas algo más descansadas. Nos dirigimos a la iglesia de "Trinità dei Monti", desde donde contemplamos el magnífico atardecer cayendo sobre los tejados de Roma...



...y desde allí bajamos hacia la Plaza de España desde donde contemplamos la fachada de la iglesia y su famosa escalinata, atestada de turistas. La misma escalinata, por cierto, que cobijó a Audrey Hepburn mientras se comía un helado en la película Vacaciones en Roma:




Desde allí, a "San Crispino", una de las heladerías de mayor fama en Roma, donde compramos un helado del que dimos cumplida cuenta mientras nos dirigimos a visitar la Embajada de España ante la Santa Sede (sólo la fachada, claro está)...



...y desde allí, antes de dirigirnos en recogida hacia nuestro hotel, a contemplar de nuevo la "Fontana di Trevi" iluminada ya para los turistas más noctámbulos...



Nuestro cuarto día de vacaciones romanas lo iniciamos en las afueras de la ciudad, en las Catacumbas de Calixto. No tenemos fotografías de la visita ni panorámicas del lugar, puesto que están estrictamente prohibidas, pero certifico desde aquí que éste debería ser un punto de obligada visita en todo viaje a Roma por cuanto implica una traslación a los albores de la cristiandad, a uno de los momentos más oscuros de un imperio como el romano, perseguidor donde los haya de quienes osaban apartarse de las creencias impuestas.

De vuelta a la ciudad, nos detuvimos a contemplar -y admirar- la que se considera la Catedral de Roma: la "Basílica de San Giovanni in Laterano" (San Juan de Letrán), ubicada en una plaza donde destaca el obelisco del Antiguo Egipcio más alto de cuantos se conservan...


De la Basílica destaca su imponente fachada blanca...




...y su impresionante claustro, revestido de jardines y jalonado de columnas decoradas con motivos vegetales...




Cerca de la Basílica de San Juan de Letrán está el edificio que alberga la Escalera Santa, una escalera cuyos escalones, traídos de Tierra Santa, son -según la tradición- los mismos que subió Cristo en el Palacio de Pilatos. No se permite subirlos de pie: los devotos los suben de rodillas, procesionando uno tras otro, en silencio y oración. Desde luego, algo impresionante...



Poco más tarde comimos en un restaurante cercano donde yo pude fotografiar la inscripción con la que me inicié en este mundillo de los blogs...


...y donde Carlos pudo deleitarse con una enorme pizza a los cuatro quesos, mientras Martín y yo comíamos "de decentes", como diría mi amiga Mª Carmen (es decir, ni pizza, ni pasta, ni hamburguesa... sino comida de verdad!)...


La tarde, mucho más relajada, la dedicamos a callejear, comprar souvenirs y deleitarnos con un capuccino mientras Martín comprobaba en un parque próximo que los columpios romanos son poco más o menos igual que los españoles.


En nuestro quinto y último día en Roma teníamos un "programa de festejos" muy definido: intentar recorrer la algunos de los escenarios que Dan Brown buscó para su best seller Ángeles y Demonios, posteriormente versionada en el cine. Lo reconozco: soy fan de Brown y de sus novelas de tramas imposibles, no puedo evitarlo... así que cámara en mano nos pusimos a patear Roma en busca de los misterios de la novela que hasta entonces no habíamos visto.

La Basílica de Santa María la Mayor es una de las cuatro basílicas existentes en Roma y en su exterior detaca el campanario de factura medieval...



...mientras que en el interior pudimos ver un poco de todo: un cardenal (¡de los de verdad!) dirigiéndose a oficiar misa...



...la tumba del Cardenal Rodríguez, con su representación escultórica en actitud de oración...



...o la sencilla lápida sepulcral de Bernini, uno de los mayores artistas del siglo XVII, situada al lado del altar mayor...


Desde allí nos dirigimos a la "Iglesia de Santa Maria della Vittoria", donde pudimos admirar "El Extasis de Santa Teresa", obra de Bernini, protagonista también en la novela de Brown y conservada en un entorno artístico ideal:






Nuestros últimos pasos en Roma los dimos hacia la Columna Trajana, situada en el Foro Trajano. Se trata de una columna de 30 metros de altura, decorada con bajorrelieves en espiral a lo largo de toda su extensión a través de los cuales se dejó constancia de las victorias de Trajano frente a los dacios. Sirve también de tumba del emperador ya que sus cenizas fueron depositadas en la base del monumento:




Y del Foro Trajano, a la cercana "Piazza Venezia", lugar de atascos insufribles...




Nuestro tiempo en Roma llegaba a su fin... pero pudimos completar nuestra visita visitando la "Estatua de il Pasquino",  una "estatua parlante" datada en los inicios de la era cristiana en la cual, entre los siglos XVII y XIX, los ciudadanos colgaban sus escritos con críticas y sátiras hacia los gobernantes, incluido el Papa. De un tiempo a esta parte, ha vuelto a recuperar su uso porque los romanos cuelgan de ella sus críticas hacia el gobierno de Berlusconi:




En la misma Piazza di Pasquino, nos fijamos en el siguiente rótulo de un establecimiento de hostelería...


...con el que se da entrada a una conocida enoteca famosa por su gran carta de vinos. El tema está en que a nosotros nos llamó la atención por el texto de rótulo, "Cul de Sac", y por la analogía que hicimos respecto a las connotaciones que dicha frase tiene en catalán (callejón sin salida, punto muerto...). Y realmente debe tratarse de un nombre adecuado para el establecimiento en cuestión porque a posteriori, en internet, tuve ocasión de leer alguna crítica que destacaba de él su ambiente algo anárquico.

Y para llevarnos el mejor sabor de Roma, nada mejor que un café en "La Tazza d'Oro", la casa del café próxima al Panteón en la que, a decir de los romanos, se puede degustar el mejor café del mundo...




Realmente, no sé si se trata del mejor café del mundo. Lo que tengo claro es que la "granitá di caffé" (granizado de café, dulce, con nata) que nos tomamos me supo a gloria bendita y, estando en Roma, eso debe ser como estar llegando al cielo, ¿no?.

Hasta aquí el relato (largo relato) de nuestro pequeño viaje a Roma. Nos han quedado muchas cosas en el tintero y otras merecían mayor atención y detenimiento. Una ciudad en la que mires hacia donde mires encuentras historia y arte merece que se le dedique no una intensa semana del mes de agosto sino mucho más. No sé si será posible volver a Roma algún día... si lo es, reincidiremos en su conocimiento y en el descubrimiento de nuevas cosas; si no lo es, guardaremos estos recuerdos como los mejores de nuestras cortas vacaciones romanas.

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