Este blog es mi particular baúl de recuerdos, una hucha de momentos que me enriquece y me hace sentir que la vida es para vivirla sin prisa pero sin pausa...







jueves, 5 de mayo de 2011

Fin de año en Lisboa

Estos días, en casa, andamos liados con el tema de las vacaciones. Ya sé que quedan casi 3 meses pero como somos (soy) especialmente puntillosos y precavidos, estamos empezando a mirarnos el tema. Y es que no es fácil consensuar fechas y lugares, y mucho menos buscar un destino que cumpla la condición básica de ser interesante y atractivo para los adultos y divertido para Martín. ¡Qué estrés!

Sobre la mesa del despacho tengo una torre de catálogos de viajes y folletos que casi emula a la famosa Torre de Pisa y por mucho que los he mirado y remirado no he acabado de sacar nada en claro, porque una cosa es lo que te ofrecen como "gancho" y otra muy distinta el montante económico que acaba resultando después de hacer tu elección. Así que no me ha quedado más remedio que ponerme en manos de un profesional de los viajes para que me presupueste lo que pueden ser nuestras idílicas vacaciones de este verano. Y ahí estamos, esperando que nos den el "susto" de los números...

Mientras tanto, aprovechando una sesión de limpieza del ordenador -porque tengo el escritorio tan lleno de iconos que casi parece un zoco árabe- he estado revisando carpetas con fotografías de anteriores viajes y he pensado que, como parte del baúl de recuerdos que es este blog, podría publicar fotografías y detalles curiosos de nuestras vueltas por el mundo (dicho así puede parecer que me creo Willy Fog pero la verdad es que tampoco es para tanto).

Lo cierto es que no sé muy bien cómo empezar, pero creo que lo más cómodo será publicar una entrada diferente para cada destino, dejando abierta la posibilidad de editarla posteriormente a medida que en mi memoria vayan despertando nuevos recuerdos. Eso sí, una mención aparte merecerá Galicia por ser anfitriona permanente de parte de nuestras vacaciones, año tras año.

Empezaremos por nuestra última escapada: Lisboa. Fue durante las pasadas Navidades y la verdad es que nos sobran motivos para reincidir en la visita: por un lado, nos quedaron cosas que ver y, por otro, la climatología nos impidió el disfrute completo de parte de los encantos de la capital lisboeta. Para muestra, un botón: esta es la imagen que pudimos contemplar el último día de nuestra visita desde el mirador del castillo, es decir, una densa niebla que no nos permitía ver más allá de unos metros...


Los días previos la climatología se fue comportando y, aunque no escapamos de algún que otro chubasco, pudimos visitar la mayor parte de monumentos y lugares típicos bajo el paragüas de nubes, nubarrones y algún que otro rayo de sol despistado.

Este enorme arco iris nos recibió el primer día en la Plaza Marqués de Pombal, a sólo unos minutos de nuestro hotel:


He aquí la imagen que nos ofreció la blanca silueta del Monasterio de los Jerónimos, medio iluminada por los rayos de un sol que se negaba a ser vencido bajo los amenazadores nubarrones negros cargados de agua:

Y ésta es la famosísima Torre de Belém adentrándose en el Tajo, al caer la tarde. Creo que imágenes como ésta certifican con creces el caracter nostálgico de la capital lusitana:


Fue un viaje corto, de apenas tres días, pero doy fe de que fueron bien aprovechados porque hicimos practicamente de todo. Visitamos los lugares más típicos, empezando por el ya citado Monasterio de los Jerónimos, donde un guardia de seguridad algo corrupto nos "invitó" a pasar por la puerta de atrás, abonándole a él directamente la entrada y sin hacer la cola pertinente; y es que hay que tener "amigos" hasta en el infierno... Sí, ya sé que no es "ético", pero cuando viajas con un niño al que has levantado de la cama a las 4 de la mañana para coger un avión, se te acaban los remilgos y aceptas la invitación encantada. Éste es el aspecto que tenía la puerta de entrada la monasterio, con su larga cola de pacientes turistas:


Después de la visita y con ganas de darle una alegría al estómago nos acercamos hasta la cercana y famosa fábrica de los "Pasteis de Belém", que ya comenté en una entrada anterior. Matamos el gusanillo con un par de pasteles y un café y contemplamos sus grandes salas decoradas con los típicos azulejos y otros objetos curiosos como una réplica de la "Torre de Belém" o una antigua máquina registradora que llamó mi atención:






En esa misma zona del barrio de Belém tuvimos ocasión de contemplar el magnífico "Padrao dos Descubrimentos", monumento conmemorativo del pasado colonialista portugués que se asemeja a una nave capitaneada por los conquistadores surcando las aguas del océano. Lamentablemente, no pudimos acceder al mirador porque estaba cerrado (he aquí un nuevo motivo para volver a Lisboa), pero la vista a pie de monumento ya resultó todo un espectáculo:


Desde ese mismo punto, y en la orilla opuesta del río, pudimos ver la silueta de uno de los lugares de peregrinación de los lisboetas: el "Cristo Rei", una estatua de Cristo con los brazos abiertos en señal de acogida y protección que recuerda a la que existe en Río de Janeiro. Se trata de un monumento colocado en un elevado promontorio, junto al río, con el que se dió gracias por la no intervención de Portugal en la II Guerra Mundial. En su interior dispone de ascensores que permiten el acceso a un mirador elevado al que esperamos poder subir en una futura nueva visita porque (un nuevo motivo) en esta ocasión se nos quedó en el tintero.

Y siguiendo con las "imitaciones", en un mismo vistazo y a pesar de la calima, pudimos contemplar también el "Ponte 25 de Abril", un puente colgante sobre el Tajo, fabricado en acero y que recuerda sospechosamente al famoso Golden Gate de San Francisco:


En este punto y tras un largo paseo a lo largo de la orilla del Tajo, decidimos hacer una pausa para ir a comer a un restaurante cercano. Después, dedicamos la tarde de ese primer día a hacer un recorrido general por Lisboa aprovechando los billetes del bus turístico que compramos al llegar y es que estábamos molidos después de habernos levantado a las cuatro de la mañana. Desde luego, mayor rendimiento no se le podía sacar al último día del año, así que tras el paseo en bus regresamos al hotel con la intención de descansar y esperar a que fueran las 12 de la noche para comernos las uvas que tan previsoramente habíamos incluido en nuestro equipaje:


A la mañana siguiente, ya en 2011 y con la desilusión de no haber cumplido el ritual de las uvas (nos quedamos dormidos antes de las 10 de la noche), continuamos nuestro periplo por la capital lisboeta. El día se presentaba menos aguado, así que nos dispusimos a hacer todo lo típico que hay que hacer cuando se viaja a Lisboa, desde coger un tranvía a tomar un café en compañía de Pessoa. Pero vayamos por partes...

Salimos caminando del hotel por la "Avenida da Liberdade" en dirección al centro. Llamó mi atención el adoquinado de las aceras que, en una combinación de blanco y negro formaba espectaculares dibujos particularmente bien conservados:


En nuestro camino nos encontramos con la estatua del Marqués de Pombal...


...el monumento al soldado portugués...


...la "Praça dos Restauradores", cuyo monumento del mismo nombre conmemora la restauracíón de la monarquía portuguesa a mediados del siglo XIX...



...y la famosa "Estaçao do Rossio", estación de tren de espectacular fachada, ubicada en la plaza del mismo nombre:


Unos metros antes de llegar a la "Praça do Rossio", bajando a la derecha, nos encontramos con el "Elevador da Gloria", medio de transporte público a medio camino entre un tranvía y un ascensor. La verdad es que el elevador en cuestión, que ha sufrido en su anatomía la indeseable actuación de los grafiteros, debió haber vivido tiempos mejores...



...pero en cualquier caso cumple a la perfección con su tarea de facilitar la subida por la escarpada pendiente de acceso hasta el Mirador de San Pedro de Alcántara, desde donde se obtienen unas espectaculares vistas, siempre que la climatología lo permita:


Un poco más tarde, ya en la parte más baja de la ciudad, cumplimos con otro de los rituales del turista en Lisboa: montar en tranvía y, concretamente, en el nº 28, que hace un extenso recorrido por los lugares más representativos de la capital del fado y que, como alternativa económica al bus turístico, suele ser preferida por la mayoría de los visitantes. De ahí las largas colas que se formaban en las paradas, sobre todo siendo día festivo:



Después de nuestro viaje en tranvía, que se prolongó por más de una hora, y del pertinente descanso que lleva consigo la pausa para comer, dedicamos la tarde a callejear. Recorrimos la "Rua Augusta" y atravesamos el Arco de la Victoria...


...para llegar a la "Praça do Comercio", plaza abierta que parece adentrarse en el río Tajo y punto neurálgico de las celebraciones de la ciudad:


Desde allí  fuimos paseando en busca del reloj que marca la hora oficial portuguesa...


...y llegamos a la estación del metro de "Cais do Sodré", donde se concentra el mayor volumen de usuarios y que sirve como exposición de un curioso mural de azulejos que tiene como protagonista al conejo de "Alicia en el País de las Maravillas"...

Como el tiempo estaba un tanto desapacible y aconsejaba tomar algo calentito decidimos ir a compartir un café con Pessoa, quien espera paciente a cada nuevo turista sentado en la terraza de la cafetería "A Brasileira", ubicada en pleno centro del barrio de Chiado...




Con el cuerpo algo más reconfortado nos encaminamos hacia la "Igreja do Carmo", prácticamente destruida durante el terremoto que asoló Lisboa en 1755 y de la cual sólo se conservan unas ruinas visibles desde la plataforma metálica que conduce al "Elevador de Santa Justa":




El "Elevador de Santa Justa" es, para mí, uno de los principales atractivos de Lisboa. Se trata de un ascensor de hierro fabricado por un discípulo de Eiffel que en poco más de un minuto salva la diferente altura existente entre la "Igreja do Carmo" y la parte baja de la ciudad. Desde su mirador las vistas son espectaculares y realmente merece la pena dejarse transportar al ambiente de ascensor de hotel de principios de siglo que inspira su interior:




Poco a poco se fue acercando la hora de la merienda y se nos planteó un dilema: en la propia "Praça do Rossio" teníamos dos de las ofertas más típicas de Lisboa para estos menesteres, la cafetería "Nicola" y la "Pastelaría Suíça", y unos pocos metros más hacia arriba el famoso y moderno "Hard Rock Café":





Como de lo que se trataba era de elegir, entramos a echar un vistazo en los tres sitios y finalmente acabamos decantándonos por la "Pastelaría Suíça", tal y como ya comenté en una entrada anterior, después de lo cual hicimos tiempo hasta la hora de regresar al hotel para cenar y descansar de nuestro agotador segundo día en Lisboa.

La mañana siguiente amaneció particularmente fea. La espesa niebla vestía a los edificios de un tono blanco que invitaba más a quedarse en la cama que a salir de ella pero como de lo que se trataba era de amortizar el viaje, nos enfundamos en abrigos y bufandas y salimos a practicar el duro oficio de turista. Todavía nos quedaba por visitar el barrio de Alfama, con el castillo y la catedral como principales atractivos, y ese era nuestro último día en Lisboa, así que no habia excusa.

En el castillo, ver, lo que se dice ver, vimos poco...


...pero, teniendo en cuenta de que no era el primer castillo que visitábamos, pudimos hacernos una idea bastante aproximada.

La catedral, o "Sé", como le llaman los lisboetas, me decepcionó un poco. Acostumbrada a otras construcciones religiosas de igual rango me pareció un tanto pobre, oscura y poco iluminada... claro que en su favor hay que decir que, como estaban oficiando misa justo cuando nos disponíamos a visitarla, tampoco pudimos apreciar todo su atractivo. Eso sí, pudimos hacer otra "cosa de turistas": fotografiar el tranvía a su paso por la catedral de tal forma que da la sensación de que el vehículo entra y sale por la puerta de la misma...




Continuamos nuestro recorrido hacia la parte baja de la ciudad y seguimos una sugerencia que leímos en un foro unos dias antes de viajar a Lisboa: visitar la Iglesia de Santo Domingo, escondida en una plaza de igual nombre en el margen izquierdo de la "Praça do Rossio". La verdad es que me impresionó: se alza sobre una única planta, apoyada sobre columnas laterales adheridas a las paredes y el colorido de sus paredes, en las que todavía se evidencian los desperfectos del último terremoto ya que se conserva tal y como quedó después del desastre, es espectacular. También estaban oficiando misa cuando entramos y por respeto sólo saqué un par de fotografías, una general y otra de la capilla llena de ofrendas que se dedica a la Virgen de Fátima, patrona de Portugal:






Al salir de la iglesia pudimos ver el monumento en memoria de los judíos masacrados en el lugar durante el siglo XVI...


...y, con un tono más lúdico-festivo, pudimos probar la famosa "ginjinha", licor típico portugués extraido a partir de las cerezas y que, según reza el cartel que está en la entrada, ¡fue inventada por un gallego!:


Después de comer dedicamos el resto de la tarde a ver un par de cosas que me llamaban la atención a raíz de leer diferentes foros de viajeros: la estación de metro de "Campo Pequeno", revestida de azulejos decorados con escenas de tauromaquia y perfectamente conservada (de hecho, nunca he visto una estación de metro tan limpia y sin grafitis)...




...y la plaza de toros del mismo nombre, ahora reconvertida en centro comercial (como "Las Arenas" de Barcelona), y que está coronada con una especie de miravetes de estilo árabe:


Hasta aquí nuestro viaje a Lisboa. Por supuesto nos han quedado pendientes muchas visitas y muchos descubrimientos y será ésta justificación suficiente para volver a pasear por las adoquinadas calles de la capital lisboeta. Mientras tanto, releer estas líneas y volver a ver las fotografías que las acompañan me ayudará a perpetuar en mi memoria los recuerdos de un viaje que tuvo como telón de fondo el cambio de año.

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