Este blog es mi particular baúl de recuerdos, una hucha de momentos que me enriquece y me hace sentir que la vida es para vivirla sin prisa pero sin pausa...







domingo, 27 de febrero de 2011

Hecha de Andalucía

Mañana, 28 de febrero, se celebra el día de Andalucía. Vaya por delante que no me mueve ningún afán patriótico ni reivindicativo ni tengo relación especial alguna con la comunidad autónoma andaluza. De hecho, es de las partes de España que menos conozco (salvando Granada) y una de las eternas pendientes en nuestros viajes vacacionales. Carlos y yo siempre bromeamos diciendo que será uno de nuestros viajes del Imserso pero, tal y como están las cosas en el tema de las pensiones, creo que más vale que lo vayamos programando para un verano de estos.

Sin embargo, hace un tiempo encontré un video publicitario por internet que, paralelo a aquél "Vivamos como galegos" que ya mostré en una reflexión anterior, me parece muy apropiado para un día como el de mañana. Se trata de la publicidad de una conocida marca de cerveza, un spot lleno de los típicos tópicos sobre los andaluces y su forma de ser, pero creo que tiene chispa, que engancha e, incluso, hasta puede resultar simpático.

Aquí lo dejo, para los que mañana estén de celebración y para los que no, para los que se sientan identificados y para los que, sin llegar a estarlo, crean que esta es una buena forma de reivindicar lo propio, lo suyo y, por qué no, también lo nuestro:


jueves, 24 de febrero de 2011

Decorados de pueblo

Uno de los grandes problemas que me plantea mi afición al punto de cruz es la falta de espacio. Al principio, cuando empecé a dedicarme en serio, no había problema porque las paredes de casa estaban vacías y, además, siempre habia un regalo pendiente que hacer y que podía subsanar con un detalle en punto de cruz. Pero ahora las cosas han cambiado y si unimos el exceso de producción con la mengua del espacio el problema se acrecienta y se torna en mayúsculo. Menos mal que una es prolífica en ideas y, una vez llenas las paredes de casa y cubiertos los compromisos sociales con la familia, decidí "okupar" la casa del pueblo con algunos cuadros de temática rural que hacen las veces de decorado.

El primero de ellos tenía un destinatario concreto, mi cuñado, que tiene una granja de vacas lecheras en la provincia de Lugo. A él le bordé este cuadro con el nombre de su granja y el dibujo de una vaca de apariencia auténtica como gran protagonista central del mismo:


En casa de mis suegros encontré ubicación para otro par de trabajos. El primero fue un cuadro con un paisaje típicamente gallego, un hórreo y un carro, que decora una de las paredes del salón:


Y el último fue un cuadro con la estampa de una cocina antigua, con una chimenea como las de antano que, como no podía ser de otro modo, tenemos colgado en la flamante cocina, recién restaurada:



Pero la casa de mis suegros y de mi cuñado no son las únicas que han sufrido mi "okupación": de la pared del pasillo del piso que mis padres tienen en Galicia cuelga este cuadro con un cesto lleno de flores de ambiente navideño:



Definitivamente, no sé qué haré cuando se me acabe el socorrido recurso a la casa del pueblo. Por lo pronto, tengo varios cuadros pendientes de enmarcar que por ahora están durmiendo "el sueño de los justos" en un cajón del armario. Poco a poco trataré de ir dándoles salida, enmarcándolos y buscándoles una ubicación idónea o, cuando menos, proporcional al tiempo y trabajo que ha conllevado su elaboración.

miércoles, 23 de febrero de 2011

¡A jugar!

¡Por fin hemos encontrado el dichoso disfraz de mosquetero!. Después de recorrer las tiendas de juguetes y disfraces de medio L'Hospitalet, al final, en una tienda pequeñita y antigua del barrio de Collblanc, hemos encontrado el que está llamado a ser el segundo disfraz de Martín para el próximo Carnaval. Y digo segundo porque los Reyes ya le trajeron el que él quería (el de "Zorro - Generación Z") y ahora, gracias a las nuevas prácticas pedagógico-educativas del "cole" (de las que ya he hablado en otro momento), hemos tenido que hacer un segundo e inesperado dispendio en esta otra vestimenta carnavalera. ¡Y menos mal, porque ya me veía involucrando a la abuela -sin experiencia alguna en estas lides- en el diseño y confección del traje!.

Hasta el año pasado eran los profesores los que, con cuatro bolsas de plástico, unas pegatinas, unas cintas, cartulinas de colores y poco más, ideaban el que sería el disfraz para todos los niños de la clase. De este modo todo el grupo iba disfrazado de una misma cosa, como si de una comparsa se tratara, y los niños se sentían orgullosos de haber sido ellos mismos -con la ayuda de sus profesores- quienes habían hecho sus propios trajes. Pues bien, las cosas están cambiando y si antes los disfraces salían del colegio, ahora entran. Y esto es así porque en este nuevo estado de cosas que estamos viviendo son las familias las que se las tienen que ingeniar para disfrazar a los niños siguiendo las indicaciones del centro que agrupa a los niños por temáticas, les hace componer un baile y, finalmente, les hace representar su trabajo en el patio ante el resto de niños. Y a Martín, como ya he dicho, este año le toca ir de mosquetero y no de Zorro. En fin, todo sea por la "paz escolar" y por la certeza de que los niños se lo pasarán en grande haciendo lo que, en definitiva, más les gusta: jugar.

Hablando de jugar, y cambiando un poco de tercio, voy a retomar aquí el tema de mis trabajos en punto de cruz mostrando unos tableros de juegos de mesa que bordé hace ya unos cuantos años (¡a finales del siglo pasado!). Se trata de un colorido y vistoso parchís y un ajedrez a los que sólo les falta las fichas y las ganas de jugar.

El parchis es muy sencillo, con motivos geométricos en las esquinas y bordado en colores muy vivos. Realmente, con una buena imaginación y algo de maña se puede incorporar cualquier dibujo en las esquinas (personajes Disney, frutas, animalitos...) pero yo preferí hacerlo con este tipo de motivos lineales que, además de dar sencillez al tablero, acaban cansando menos:


Por contra, el tablero de ajedrez está algo más elaborado porque incluí en unos extremos las figuras de las principales fichas y en los otros dos lados las coronas y escudos de cada uno de los jugadores. Todo ello rematado con una cenefa del mismo color que los cuadros oscuros del tablero -que aquí son en tono verde en lugar de negro- y enmarcado con una moldura con un filo de marquetería que me pareció muy adecuada:


Estos son los dos juegos de mesa que tengo... por el momento. Entre mis proyectos han encontrado hueco también el juego de la oca y un tres en raya con ranitas. Ahora sólo falta cruzar la línea que separa los proyectos de la realidad.

lunes, 21 de febrero de 2011

Hora de comer

Aprovechando que es hora de comer y que a estas horas el estómago ya empieza a manifestar su existencia, he pensado en hacer un "paseo" por la gastronomía italiana de la cual tuvimos ocasión de disfrutar durante nuestras vacaciones romanas de hace un par de veranos. La verdad es que, ahora que lo pienso, últimamente muchos de mis comentarios tienen su origen en el tema de la alimentación o bien se relacionan directa o indirectamente con ella. Quizá es que con frecuencia me paseo por el blog de mi amiga Sonia, una entusiasta de la cocina que publica sus recetas en Mar Dulce y que muestra verdadera pasión ante cada nuevo descubrimiento culinario. Doy fe de que sus avances son fantásticos, toda vez que me recuerdan que no debería posponer por mucho mas tiempo mi propio reciclaje en materia de fogones.

Volviendo a la cocina italiana... en Roma tuvimos ocasión de visitar el famoso mercado al aire libre que se establece por las mañanas en la Piazza dei Campo de Fiori, un punto de encuentro popular lleno de vida.  En sus puestos, cubiertos por enomes toldos de tela blanca, los comerciantes muestran perfectamente ordenados sus coloridos productos (frutas y verduras frescas, pasta de múltiples tipos, especias...) convirtiéndose en un reclamo turístico mayor incluso que la propia estatua de Giordano Bruno que preside el centro de la plaza.


Como muestra, este puesto de frutas frescas lleno de colorido:



...colorido y vistosidad que se confirman en este otro puesto de tomates:



Y si lo que queremos es algo típicamente italiano, no podemos prescindir de la pasta, en sus diferentes versiones y siempre acompañada de las más variadas salsas y especias:


El caracter enimentemente turístico del lugar se confirma en los restaurantes del entorno. Este es el reclamo de uno de ellos, expuesto en la entrada del local:


Desde luego, viendo esto ¿quién -sin haber comido- podría resistirse ahora a un buen plato de pasta fresca?. O mejor aún, ¿quién no querría estar disfrutando a estas horas, in situ, de la fantástica gastronomía italiana?. Yo, sin lugar a dudas, me dejaría tentar de nuevo por la ciudad del Tíber y quién sabe si a no mucho tardar volvemos a pasear por el "Campo de las flores"...

viernes, 18 de febrero de 2011

Vámonos de tapas...

¡Qué barbaridad!. ¡Ya estamos a viernes otra vez!. Creo que tengo que hacérmelo mirar porque no es posible que encadene una semana con otra casi sin darme cuenta y con tantas cosas pendientes por hacer. Ya lo dice mi madre: "tantas haciendas y tan mal atendidas". En fin... (y aunque no sea mi lema), "ya lo pensaré mañana", como diría la célebre Scarlett O'Hara en Lo que el viento se llevó.

Después de la tempestad de ayer (mis zapatos aún conservan la humedad), ha llegado la calma y hoy el cielo luce con un azul intenso que invita a pasear y a tomar algo. Si, ya sé que no toca, que aún no se ha acabado la semana laboral y que el deber obliga pero... reconozco que me apetecería sentarme en una terraza al sol a leer el periódico mientras tomo un vermut (en mi caso, Coca-Cola con limón y algo de hielo), acompañado de alguna de esas exquisiteces en forma de tapa-aperitivo que nos ofrece la gastronomía popular española y que, aunque con dificultad, todavía se encuentran.

Recuerdo, sin ir más lejos, unos chorizos al infierno que nos sirvieron durante nuestro viaje a Granada en las Navidades del 2009: ¡espectaculares!. La verdad es que no sé como un bocado sin pretensiones como éste, algo tan básico, puede llegar a estar tan bueno. Quizá por su sencillez: chorizo de pueblo, ensartado en un pincho metálico y asado lentamente al fuego prendido en un recipiente de barro, acompañado de un buen pan artesano. Lástima que de la fotografía no se desprenda el aroma y el calor de tan sabroso bocado...


A Martín le gustaron tanto que antes de finalizar nuestra visita a Granada nos hizo volver de nuevo a la tasca donde los probamos por primera vez. Sin embargo, en esta segunda visita nos topamos con el peso de la tradición de los bares de Granada según la cual, al ser la tapa una atención de la casa que no se paga, no se puede elegir. Es decir, tú pides la consumición y acompañando a ésta te sirven la tapa que corresponde a ese día; si pides varias rondas, en cada una de ellas te servirán una tapa diferente y por ninguna de ellas abonarás ningún importe fuera del precio de tus consumiciones. No recuerdo lo que pagamos, pero sí que me pareció baratísimo en comparación con lo que estamos habituados a pagar aquí en Barcelona.

Sin duda, un buen motivo para volver a Granada... como lo es también la amabilidad y la buena atención que nos dispensó el dueño del local que, saltándose la tradición, se apiadó de los chispeantes ojos de Martín y le sirvió de nuevo los exquisitos chorizos al infierno.

jueves, 17 de febrero de 2011

Cosas de niños

Hoy hace lo que se dice un día de perros, uno de esos días de cielo plomizo abundante en  agua en el que más de un desprevenido sin paraguas acaba empapado hasta los huesos. Desde la salvaguarda de mi techo cerrado veo pasar tras los cristales a la gente cubierta por variopintas e improvisadas vestimentas, buscando el refugio de alguna cornisa en un legítimo afán por no acabar como los peces en una pecera.
La verdad es que hoy es uno de esos días en los que apetece quedarse en casa, viendo la lluvia tras los cristales, desde el sofá, con una buena película en la tele (aunque esto sea verdaderamente difícil), tomando una taza de café acompañada de un pedacito de bizcocho y haciendo punto de cruz. Si no fuera por las servidumbres que tiene la nómina, por la necesaria dedicación a los deberes de Martín y por esa faceta de ocupación no remunerada que tiene la casa, esa sería, sin duda, mi mejor propuesta para esta tarde. Claro que para eso quizá ya tendría que estar jubilada y, tal y como están las cosas, “largo me lo fiáis, Don Juan”, como se diría en el Tenorio.
Mi dedicación al punto de cruz siempre se ha visto perjudicada por la escasez de tiempo y siempre se ha desarrollado con altibajos. Con frecuencia, mis trabajos son el fruto de pequeños ratos de ocio, la mayoría nocturnos, hurtados con premeditación y alevosía al resto de mis quehaceres domésticos y familiares. Cierto es que he tenido unas etapas más prolíficas que otras, como cuando Martín era más pequeño y aún no se había adentrado en la dura vida de estudiante. De esta época -ya tan lejana- son, por ejemplo, los cuadros que adornan los pocos espacios libres de las paredes de su habitación: un natalicio protagonizado por los dibujos animados de Disney y un cuadro con un gran oso, tierno y protector.
Este es el natalicio. Elegí este modelo porque me pareció muy completo (tenía hueco para poner no sólo el nombre del niño y su fecha de nacimiento sino también su peso y su medida) y muy adecuado gracias a sus protagonistas, los entrañables dibujos Disney. Un detalle: el niño nació en 2002 y yo lo bordé en 2005 con lo cual huelga cualquier otro comentario respecto a la escasez de tiempo.

El cuadro del oso fue ideado con una finalidad distinta a la que ahora tiene. Dadas las dimensiones y la foma del dibujo, grande y alargado, mi idea inicial era bordarlo para una funda de alhomada que hiciera las veces de tope para que Martín no se cayera de la cama. Sin embargo, al final descarté la idea de la almohada pensando en el trote que llevaría y acabé transformando el bordado en un cuadro que ahora se ha convertido en un ideal cabezal de cama. No os podéis imaginar la cantidad de horas de trabajo invertidas en el dichoso oso y la cantidad de madejas de hilo marrón utilizadas. ¡Desde entonces creo que le tengo fobia a ese color!.

Pero también he bordado cosas para otros niños. Por ejemplo, a Ariadna, una amiguita del cole de Martín, le regalamos por su 5º cumpleaños un pequeño cuadro para su cuarto en tonos rosa y con Minnie como protagonista. De nuevo, un dibujo Disney en un cuadro infantil; sin duda, la combinación perfecta.


Desde luego, este tipo de cuadros resultan de lo más agradecidos, sobre todo por el cariño que tienes hacia aquellos a los que van dirigidos. Sin embargo, con la perspectiva que da el tiempo, acabas por darte cuenta de que, irremediablemente, el día menos pensado el fruto de tu trabajo se convertirá en un mero recuerdo y pasará a ser sustituido por el póster de algún ídolo de moda. Sólo confío en que ese momento tarde mucho en llegar...

lunes, 14 de febrero de 2011

San "Calentín"

Hoy es San Valentín (San "Calentín" para los amantes más "entregados"). La verdad es que después de tres días haciendo mención al santo de la jornada empiezo a pensar que este blog es como un santoral en el que cada nueva reflexión tiene algo que ver con algún habitante de los altares. Nada más lejos de mi intención: trataré de enmendarme en sucesivas entradas...

Volviendo a San Valentín... hoy se celebra en medio mundo lo que tradicionalmente se ha institucionalizado como "el día de los enamorados". Yo, particularmente, creo que es un invento de "El Corte Inglés" o, mejor dicho, del propietario de las antiguas "Galerías Preciados" que fue el que, allá por los años '50 del pasado siglo, decidió sacar rendimiento a la vena más comercial de esta celebración. Desde entonces, cada 14 de febrero los escaparates de tiendas y grandes almacenes, las agencias de viajes, los hoteles y restaurantes... se tornan de un carmín encendido que nubla el entendimiento en un intento de hacernos partícipes, no ya del más puro sentimiento del amor, sino también de sus propias y particulares perspectivas económicas y de negocio. Y es que no hay negocio que se precie en el que no tengan su particular protagonismo los corazones, las flores, los angelitos y cualquier otro detalle vestido con el manto del amor.

Como ya he expuesto en anteriores reflexiones, ni yo ni los míos gustamos de celebraciones que vengan impuestas por la página del calendario. Al contrario, la mayor parte de las veces aparcamos este tipo de historias y tratamos de centralizar nuestros detalles en algo que nos haga sentirnos más realizados, que nos compense personalmente y que nos permita compartir cosas fuera de lo cotidiano. Por ejemplo, el pasado mes de mayo nos concedimos un fin de semana de asueto en Teruel que no sólo existe sino que se ha encumbrado como la Ciudad de los Amantes.

Los Amantes de Teruel ("tonta ella y tonto él", como dice el dicho popular) fueron los protagonistas de una desgraciada historia de amor acaecida allá por el siglo XIII y perpetuada hasta nuestros días en forma de leyenda de la cual Teruel ha sabido sacar provecho turístico al dedicarle un museo específico (Museo de los Amantes de Teruel) donde se conservan las momias de los jóvenes protagonistas y se levanta un mausoleo en su honor.

Desde luego, aparte del respeto inicial que puede darle al visitante la contemplación de las momias que se pueden distinguir con toda claridad y que están bajo las estuatas yacentes, el monumento en cuestión bien merece una visita. Para muestra, este botón en forma de fotografías en las que se aprecia el mausoleo de mármol, cinzelado con una precisión digna de admiración:

 


En palabras de la guía del museo, "la fría serenidad de los Amantes, cuyas manos no llegan a juntarse, es símbolo de un amor que desborda los conceptos humanos". Es posible -no lo pongo en duda- pero yo casi prefiero un amor más mundano, más palpable, hecho de pequeños detalles y de sencillos e irrepetibles momentos cotidianos. Mi ejemplo: una pequeña rosa con la que me obsequiaron los hombres de mi casa y que (guardadme el secreto) cogieron de un jardín público de Teruel.



No venía envuelta en celofán, ni traía un gran lazo, y nadie le había quitado las espinas... pero era más real y más auténtica que muchos de los regalos que se desenvolverán durante el día de hoy o, al menos, a mí me lo parece.

sábado, 12 de febrero de 2011

Santa Eulalia

Hoy se celebra la festividad de Santa Eulalia que, junto con la Mercè, es patrona de la ciudad de Barcelona aunque no lo parezca dado el poco renombre festivo de esta fecha... Sin embargo, Santa Eulalia tiene vinculaciones con muchas otras localidades catalanas de donde es patrona como, por ejemplo, L'Hospitalet de Llobregat cuyo escudo incluye una cruz en forma de aspa que, según cuentan, fue donde murió Santa Eulalia. De hecho, muchas mujeres y niñas llevan el nombre de Laia, una adaptación de "Eulalia" que en griego significa "bien hablada".

Yo también tengo mi particular historia con Santa Eulalia. Durante cuatro años, estudié en el "Instituto de Bachillerato Santa Eulalia", ubicado en el barrio del mismo nombre de L'Hospitalet. Creo que fueron los años de estudiante que más me marcaron, por lo que implicaron de camino a la "independencia" y de descubrimiento de nuevas cosas una vez dejado atrás el colegio cercano a casa donde había estudiado la EGB. Años más tarde, superada con creces la treintena, el destino me llevó de nuevo a ese barrio, el de Santa Eulalia, pero esta vez para trabajar. Y allí llevo ya casi tres años...

Pues bien, hace ahora un año, a raíz de unas fotografías antiguas que encontré en internet y a través de otras en papel que me dejó mi jefe, pensé en la posibilidad de plasmar cómo había sido la evolución del barrio de Santa Eulalia de L'Hospitalet durante el último siglo. Después de mucho indagar, de pelearme con el ordenador -puesto que nunca había hecho algo parecido- y de pasarme muchas horas ordenando imágenes, elaborando textos y eligiendo la banda sonora... al final logré confeccionar un video que, para qué negarlo, incluso me ha gustado!.



Se me cae la baba cada vez que lo veo... no lo puedo evitar. En fin... por hoy lo dejo aquí porque nos vamos a pasar la tarde con unos amigos de Esparreguera donde, a mayor abundamiento, hoy son las fiestas... ¡las fiestas de Santa Eulalia!.

viernes, 11 de febrero de 2011

Tapeando

Hoy es mi santo y a pesar de que no soy nada comprometida con este tipo de celebraciones, al final he tenido que medio-claudicar. Para empezar, Carlos y Martín se han presentado con una bonita orquídea como regalo; la verdad es que no lo esperaba y ahora tengo que buscarle un lugar idóneo para que me dure el mayor tiempo posible porque ha sido un bobito detalle, no vamos a negarlo. 

Por otra parte, no tenía ganas de cocinar ni de calentarme la cabeza pensando en qué hacer para cenar. Así que, al hilo del aire rural de mi anterior entrada, he pensado en darme (darnos) un pequeño homenaje y plantear una cena en base a unas cuantas tapas gallegas por lo que he ido a visitar la tienda de productos gallegos que un amigo de Carlos tiene en L'Hospitalet (jugaban juntos al futbol cuando estaban en Galicia y se han ido a reencontrar aquí!) y me he provisto de la mejor materia prima.



Al final, el menú ha sido a base de lacón asado, empanada gallega, chorizos de Padrón (que por suerte para Martín no picaban, porque le encantan y se los come como si fueran "kikos"), zorza (picadillo), atún de las Rías Gallegas (que dudo que lo pesquen allí pero eso es lo que especifica el envase) y chorizo del pueblo... todo ello regado con un vino Ribeira Sacra del 2003 y una botella de albariño que ha quedado sin empezar. Es decir, todo lo recomendado para seguir una estricta dieta hipocalórica. Sin comentarios...

Por cierto, el pulpo... para mañana.

Un aire rural

He decidido concederme un respiro y hacer un kit-kat de una hora antes de ir al "cole" a recoger a Martín y sus deberes. Sí, ya sé que tengo una lavadora de ropa para tender, la lista de la compra a medias y muchas otras tareas más tediéndome sus brazos para que las ejecute a la mayor brevedad pero... ¡pufff! Necesitaba parar un rato, así que me he preparado una taza de humeante café y he encendido el ordenador. Como banda sonora, el murmullo del agua de la pecera: no necesito más.

Me apetecía retomar el blog, aparcado desde hace dos días por falta de tiempo. Ya lo decían ayer en el programa de la "tele" dedicado a los anuncios: cuando nos hacemos mayores el tiempo va más deprisa... ¡y es verdad!. Tengo la sensación de que me faltan un par de horas al día para acabar de cuadrarlo todo o, al menos, para encajar las obligaciones y las devociones, los deberes y los placeres, con el tiempo material disponible para llevarlos a cabo. En fin, que me desvío del tema...

Hoy le daremos un aire rural al blog y retomaremos el tema de los trabajos del abuelo porque creo no va nada mal cambiar de aires de tanto en tanto. Y cuando hablo de "rural" no me estoy refiriendo al abuelo, que lleva ya tres cuartas partes de su vida en la ciudad, sino al aire que le ha implantado a gran parte de sus trabajos. Supongo que es como su blog particular, como una manera de dejar constancia de parte de sus recuerdos, indiscutiblemente ligados a los primeros años de su vida en su Galicia natal y a los trabajos del campo del que todos, niños y mayores, eran partícipes en aquél entonces.

Una de sus primeras maquetas fue la del típico carro destinado a las labores de labranza que solía ir tirado por dos animales (en Galicia, generalmente eran vacas). Como se puede observar, no le falta detalle puesto que se completa con el pertinente yugo, un arado y un rastrillo.




La verdad es que cada vez que veo esta fotografía recuerdo mis tiempos de niña, cuando íbamos de vacaciones al pueblo y mis padres ayudaban de las tareas del campo en casa de mis abuelos. Aún tengo metido en la cabeza el sonido del chirriar de las ruedas del carro cargado entrando en el patio. ¡Qué tiempos aquéllos!

Capítulo aparte merecen los hórreos, construcciones típicamente rurales donde se almacenaba parte de la cosecha de cereales o el producto de la matanza, que se instalaban en las proximidades de la casa a modo de granero y que se construían en madera o piedra elevándolos del suelo mediante pilares. En Galicia todavía hay muchas casas de campo que conservan y siguen utilizando sus hórreos. Muchos de ellos se consideran patrimonio popular y se protegen favoreciendo la concesión de subvenciones para su rehabilitación y mantenimiento.

Éste es el particular hórreo del abuelo, hecho con pequeñas piezas de madera maciza, apoyado sobre pilares de mármol (auténtico), con cientos pequeñas tejas pegadas una a una para formar el tejado y con luz interior. La verdad es que creo que si en los tiempos de mi padre, siendo niño, hubieran existido los "Playmobil", habría disfrutado como un enano.



Y como mi padre siempre ha gustado de llevarse bien con los vecinos y por aquello de que "gallegos y asturianos, primos hermanos", este es el guiño del abuelo hacia sus vecinos del Cantábrico: un hórreo asturiano, con los mismos detalles de acabado que el primero.




Como se puede comprobar a través de las imágenes, ambos hórreos difieren entre sí en algunos detalles: la planta, que en el hórreo asturiano es más cuadrada (tipo cubo) y en el gallego es alargada; el tejado, que en el hórreo asturiano es a cuatro aguas mientras que en el hórreo gallego lo es sólo a dos; y su tamaño, considerablemente más grande en el asturiano y que permite, incluso, poder dejar bajo su base, entre sus pilares y a resguardo de la lluvia, el carro, el arado o la leña recogida para el invierno.

La última de las maquetas del abuelo de temática rural es un palomar de forma cilíndrica, cubierto por un tejado fabricado con pequeñas tejas y con iluminación interior, como el resto de trabajos. Tiene forma de silo para guardar el grano y, por cierto, el cilindro central también es de madera (tablero de DM) curvado hasta obtener la forma definitiva:




Como será fácilmente deducible, tanta actividad maqueteril plantea un problema de espacio evidente que sólo se puede solventar con el socorrido recurso al piso del pueblo, piso que dispone de un pequeño trastero en el que -de momento- coge todo. Es una especie de museo que el abuelo ha prometido ceder a Martín cuando él falte y que el niño ya asume como propio, como si fuera una especie de legado de quien él más venera.

De los "tesoros" que en él se esconden hablaremos otro día...

martes, 8 de febrero de 2011

Bandejas de servir

Siguiendo con el tema del punto de cruz, quiero empezar a mostrar lo que han sido mis creaciones a lo largo de los últimos años. Lo cierto es que siempre he tenido un buen motivo para bordar cada nuevo trabajo: un regalo, el nacimiento de un niño, un cumpleaños, la decoración de la casa del pueblo... Sin embargo, también he bordado cosas para mí, para tenerlas por el mero placer de disfrutarlas o, incluso en algún caso, con la intención -sólo intención- de obtener una utilidad práctica. Éste es el caso de las bandejas de servir.

En total tengo cuatro pero de diferentes formas, colores y temáticas. Las primeras que bordé, de "temática frutal", fueron la de los melocotones y la de las cerezas, que ahora os muestro:





Más recientemente bordé las otras dos, una con unas tacitas de café en tonos sepia y otra con un refrescante zumo de naranja que invita disfrutar de los alegres días del verano:





Me gustan las cuatro pero si tuviera que decantarme por una de ellas eligiría la de los melocotones sin pensarlo dos veces. Quizá porque fue la primera que bordé y la que me resultó más difícil y todo aquello que conlleva un mayor esfuerzo lo valoramos más y permanece con más fuerza en nuestra memoria.

Las muñecas de Famosa

Hace unas horas hablaba (escribía) de los recuerdos de una niña de los '70 que aprendió a bordar en el colegio. Hace un par de semanas descubrí en TVE-1 un nuevo programa nutrido de anuncios de épocas en las que la televisión pública aún se financiaba con la publicidad. Y hace ya unos meses leí en internet, probablemente en facebook (aunque no lo recuerdo con exactitud) un texto (que prometo transcribir un día de estos) en el que alguien de mi misma década reivindicaba todo lo bueno y todo lo malo de una época que para nuestros niños de hoy en día estaría en las antípodas de la evolución. En fin...

No sé lo que está sucediendo exactamente pero, al menos en mi caso, creo que este arranque de nostalgia tiene mucho que ver con la edad. Y es que lo dice hasta mi hijo de 8 años a modo de broma: "a la mama no le sientan bien los 40...". Creo que nos vamos haciendo mayores, que vamos cambiando de roles, y los que antes éramos hijos ahora somos padres, los que antes éramos alumnos ahora somos profesores y los que antes queríamos experimentar cosas nuevas y arriesgadas ahora ponemos freno y cautela a los nuevos descubrimientos de quienes están llamados a heredarnos...

Sin embargo, me gusta esta sensación de reencuentro con mis recuerdos, con mi vida, con mis experiencias. Es como volver a experimentar lo que algún día fue nuevo con la tranquilidad de quien observa la situación desde fuera, como si de una película se tratase. Y trato de hacer participe a Martín de esas pequeñas cosas que en su día fueron buenas para mí en un intento de que también lo sean para él... pero creo que no siempre me entiende. En cualquier caso, no dejo de intentarlo porque me satisface dar respuesta a sus preguntas e inquietudes, como cuando me pregunta por qué los abuelos siempre hablan de pesetas y duros o por qué antes la tele se veía en blanco en negro, a raíz del video de "Las muñecas de Famosa" que data del año 1970 y que le enseñé a través de youtube durante las pasadas Navidades:



¿Quién de nuestra época no se acuerda de tan conocido villancico publicitario y del inestable caminar de las muñecas protagonistas?. Creo que yo no llegué a ver esta versión del anuncio, que data de 1970, pero sí una versión posterior (1980). En cualquier caso, fue uno de los iconos de mi niñez, junto con la muñeca Nancy, el pan con "Nocilla" o las galletas maría mojadas en leche, y como este blog es también una especie de baúl de mis recuerdos he decidido ponerlo aquí como forma de perpetuar esa parte infantil que todos llevanos dentro.

lunes, 7 de febrero de 2011

El punto de cruz y yo

Hoy es lunes. No voy a entrar en los típicos tópicos que relacionan al día lunar con esa especie de desidia heredada de su condición de primer día de la semana laborable. Al contrario, en un ejercicio de autosugestión, voy a ser positiva y voy a pensar que para que lleguen días como el viernes o el sábado necesariamente deben existir primero los lunes. Me suena un poco a "consuelo de tontos", pero ¡qué le vamos a hacer!. Al fin y al cabo, el lunes ya está dando sus últimos coletazos y mañana martes ya podremos decir que pasado mañana es jueves y del jueves al viernes sólo hay un paso... ¡Y es que el que no se contenta es porque no quiere!.

Y como de trabajo se trata, aprovecharé para presentar el mayor de mis hobbies, que tiene más tintes de "laboreo" que de recreo: el punto de cruz. De hecho, creo que es mi mayor entretenimiento a pesar de que no le dedico el tiempo que me gustaría. Tanto es así que una de las principales motivaciones para la creación de este blog fue, precisamente, el poder mostrar mis bordados en una especie de gran álbum de fotos con tintes de exposición virtual. Mucha gente no entiende esta afición  a combinar telas e hilos con una incalculable inversión de tiempo, pero a mí me relaja, me entretiene y, aún a riesgo de pecar de poco modesta, me hace sentir particularmente orgullosa cada vez que acabo un nuevo trabajo.

La culpa de toda esta historia la tiene mi profesora de labores del Colegio Luis Vives. No recuerdo su nombre, ni tampoco el curso en el que estaba (aunque era bastante pequeña, quizá primero o segundo) pero sí recuerdo que en aquellos tiempos, en la segunda mitad de la década de los '70, cuando estudiábamos lo que en aquél entonces se llamaba EGB, a las niñas en el colegio nos enseñaban "labores" y dentro de estas labores destacaba el punto de cruz. 

De aquella época aún conservo un pequeño y sencillo mantelito con cuatro servilletas bordado sobre una tela verde que, para ser sinceros, nunca se ha utilizado. Creo que fue mi primer trabajo en punto de cruz (al menos, no recuerdo otro de aquella época) y por eso lo guardo con un profundo cariño.


Desde entonces son muchas las cosas que han evolucionado y, sin duda, serán otras muchas las que lo seguirán haciendo pero lo que no ha cambiado es mi interés y mi dedicación a una actividad de la que daré cumplida muestra en sucesivas entradas a lo largo de este blog.

domingo, 6 de febrero de 2011

"¡Vivamos como galegos!"

Creo que alguien me ha robado el fin de semana. Eso o tengo un problema de concreción espacio-tiempo y no sé dilucidar de qué modo he pasado de la tarde del viernes a la noche del domingo casi sin darme ni cuenta. En fin...

"Decíamos ayer" (emulando a Unamuno) que Galicia empieza a despertarse del perpetuo letargo en el que se ha visto sumida a lo largo de toda su historia. Grandes inversiones en infraestructuras, apoyo económico para el mantenimiento de explotaciones ganaderas en peligro de extinción, fomento del cultivo de productos autóctonos y, sobre todo, una proyección turística de amplio alcance con el Xacobeo como telón de fondo, favorecen el que la esquina celta del mapa de España sea más visible de un tiempo a esta parte.

Sin embargo, ese nuevo impulso a la realidad de Galicia no es fruto sólo del trabajo de gobiernos e instituciones. Las empresas, como el grupo de alimentación Gadis (una cadena de supermercados), también han fomentado ese nuevo conocimiento a través de unas llamativas campañas publicitarias que están a medio camino entre la reinvindicación de lo propio y la conservación de lo tradicional.

Para muestra, un botón en versión video: "¡Vivamos como galegos"!


¿No os han entrado unas ganas enormes de pasar unos días en Galicia?. Creo que a pesar de estar plagado de tópicos es un video altamente instructivo respecto a lo que fue y es, aún hoy día, Galicia. Claro que también puede ser que yo tenga nublado el conocimiento y me deje llevar por la morriña que me correspondió en el reparto de genes siendo la única de cuatro hermanos que manifiesta un acusado "instinto rural". Pero eso es algo que os tocará decidir a vosotros...

sábado, 5 de febrero de 2011

Sidra ecológica

Hoy es "San" sábado. ¡Bendito día, que tanto tarda en llegar y rápidamente se pasa!. Desde luego es, con diferencia, mi mejor día de la semana: tiene las connotaciones de merecido descanso que le faltan a los días laborables y le falta la presión de la vuelta al trabajo que le sobra al domingo por la tarde.

Hace un rato, entre pucheros, pensaba a qué podía dedicar mi reflexión de hoy y en una especie de concatenación de ideas acabé acordándome de una sidra ecológica que se está comercializando en Galicia y que tuve ocasión de probar el pasado verano. La verdad es que no sé muy bien qué circuito he seguido hasta llegar a la sidra, pero seguro que algo tenía que ver con el tiempo de ocio y descanso que debería caracterizar a todo sábado.

Volvamos a la sidra. Fue en Mondoñedo (Lugo), una tarde cualquiera del mes de agosto, en una de las concurridas terrazas de la Plaza Mayor, con vistas a la catedral. La temperatura, ideal gracias a la confluencia de los climas cantábrico y atlántico, invitaba a tomar algo fresquito y esa fue la excusa para descubrir la sidra Manzanova, elaborada a partir de manzanas gallegas de producción ecológica. Según especificaba la etiqueta del envase (de apertura abrefácil, otra novedad) la empresa que la comercializa está acogida al "Consello Regulador de Agricultura Ecolóxica de Galicia".

Este fue el descubrimiento:





Quizá no se aprecia muy bien en la fotografía pero en la etiqueta posterior de la botella, en la parte inferior derecha, un icono (que también era la primera vez que lo veía) indica que la bebida no es apta para mujeres en estado de gestación. Desde luego, mucho están cambiando las cosas en Galicia y la verdad es que lo celebro porque ya es hora de que empiece a evolucionar para salir del letargo en el que, por convicción o por desconocimiento, lleva sumida tanto tiempo.

jueves, 3 de febrero de 2011

De dulces y bizcochos

¡Hola de nuevo!

Definitivamente, esto del blog engancha. Sólo hace una semana que me inicié en esta aventura virtual y hoy ya me he visto en una tienda cercana comprando una pequeña libreta en la que anotar las diferentes ideas que se me van ocurriendo a lo largo del día para no olvidarlas antes de plasmarlas en esta pizarra. Y es que, como dice mi padre, "no me para la cabeza".

Pues bien, pensaba yo esta mañana en la taza de café de anoche y me preguntaba a mí misma ¿qué es un buen café sin un buen bizcocho?. Desde luego, para mí es el "matrimonio perfecto". Ni galletas, ni pastas de té, ni delicatessen: donde esté un dulce, suave y esponjoso bizcocho para acompañar una humeante taza de café que se quite todo lo demás.

Esta digna combinación también la hemos disfrutado en nuestros últimos viajes. Sin ir más lejos, en nuestro viaje a Lisboa del pasado mes de diciembre tuvimos ocasión de probar los afamados "Pastéis de Belem", una especialidad típica de la repostería portuguesa (concretamente lisboeta), cuya receta secreta consiste en una base de hojaldre rellena de crema que se sirve espolvoreada con azúzar glacé y canela y que, generalmente, se toma caliente.





Sinceramente, he probado cosas mejores, pero si váis a Lisboa (y a pesar de la cola que tendréis que hacer) no dejéis de probarlos porque, siguiendo el manual del perfecto turista, es de esas típicas y tópicas cosas que uno tiene que hacer cuando visita un lugar por primera vez.

Sin embargo, los pasteles de Belém no son la única especialidad dulce de la capital del fado. De hecho, la ciudad está llena de pastelerías y cafeterías en las que degustar de los más variados dulces y pasteles. La Pastelería Suiza y el Café Nicola son dignos ejemplos que, además, comparten escenario al estar ambos situados en la céntrica Praça do Rossio (el uno casi frente al otro).




Nosotros optamos por la Pastelería Suiza para merendar por ser, sin duda, la mayor muestra de repostería, dulces y pasteles que hayamos visto hasta ahora: una sola de sus dos inacabables vitrinas tiene más productos que cualquiera de las pastelerías que acostumbramos a ver por aquí. Nuestra consumición fueron unos cafés (¡cómo no!) y un zumo para el "peque"acompañado todo ello de una variedad de coloridas tartas de las cuales la de chocolate fue, con diferencia, la más aclamada:




Lo cierto es que si antes no acababa de entender la nostalgia de los fados portugueses, desde entonces aún la entiendo menos porque ¿no se os alegra el alma sólo con mirar tanta "dulzura"?.

¿Un café?

Buenas noches...

A estas horas, cuando ya he cerrado mi chiringuito particular (es decir, la cocina, la mesa de trabajo, el móvil...), cuando el niño ya está en brazos de Morfeo desde hace un rato y cuando ya no sé si hoy es hoy o ya es mañana... ¡me apetece un café!. Un Nespresso, concretamente, y para ser más exactos un "Nespresso capriccio". Ya sé que no vendrá George Clooney a servírmelo en bandeja pero ¡qué le vamos a hacer!: compensaré la carencia con un trozo del bizcocho de naranja, todavía tibio, que he preparado mientras hacía la cena. No es lo mismo pero endulza igual...

Me gusta el café (el café con leche y dos cucharadas de azúcar -aunque la mayor parte de las veces es sacarina-) y tanto es así que en nuestros últimos viajes siempre hemos tenido ocasión de tomar algún café típico bien por su nombre, bien por su procedencia o, simplemente, por su fama. Las pasadas Navidades, sin ir más lejos, durante nuestro viaje relámpago a Lisboa, pudimos saborear un concentrado café en "A Brasileira", típico y turístico lugar de la capital lisboeta que debe su fama a uno de sus más insignies clientes, Fernando Pessoa, quien sigue omnipresente en el lugar gracias a la estatua de bronce que en su honor está situada en misma terraza del local.




Sin duda, un buen café que hace honor a su fama, y altamente recomendable aunque sea sólo como excusa para volver a la melancólica capital del fado.