Este blog es mi particular baúl de recuerdos, una hucha de momentos que me enriquece y me hace sentir que la vida es para vivirla sin prisa pero sin pausa...







lunes, 7 de febrero de 2011

El punto de cruz y yo

Hoy es lunes. No voy a entrar en los típicos tópicos que relacionan al día lunar con esa especie de desidia heredada de su condición de primer día de la semana laborable. Al contrario, en un ejercicio de autosugestión, voy a ser positiva y voy a pensar que para que lleguen días como el viernes o el sábado necesariamente deben existir primero los lunes. Me suena un poco a "consuelo de tontos", pero ¡qué le vamos a hacer!. Al fin y al cabo, el lunes ya está dando sus últimos coletazos y mañana martes ya podremos decir que pasado mañana es jueves y del jueves al viernes sólo hay un paso... ¡Y es que el que no se contenta es porque no quiere!.

Y como de trabajo se trata, aprovecharé para presentar el mayor de mis hobbies, que tiene más tintes de "laboreo" que de recreo: el punto de cruz. De hecho, creo que es mi mayor entretenimiento a pesar de que no le dedico el tiempo que me gustaría. Tanto es así que una de las principales motivaciones para la creación de este blog fue, precisamente, el poder mostrar mis bordados en una especie de gran álbum de fotos con tintes de exposición virtual. Mucha gente no entiende esta afición  a combinar telas e hilos con una incalculable inversión de tiempo, pero a mí me relaja, me entretiene y, aún a riesgo de pecar de poco modesta, me hace sentir particularmente orgullosa cada vez que acabo un nuevo trabajo.

La culpa de toda esta historia la tiene mi profesora de labores del Colegio Luis Vives. No recuerdo su nombre, ni tampoco el curso en el que estaba (aunque era bastante pequeña, quizá primero o segundo) pero sí recuerdo que en aquellos tiempos, en la segunda mitad de la década de los '70, cuando estudiábamos lo que en aquél entonces se llamaba EGB, a las niñas en el colegio nos enseñaban "labores" y dentro de estas labores destacaba el punto de cruz. 

De aquella época aún conservo un pequeño y sencillo mantelito con cuatro servilletas bordado sobre una tela verde que, para ser sinceros, nunca se ha utilizado. Creo que fue mi primer trabajo en punto de cruz (al menos, no recuerdo otro de aquella época) y por eso lo guardo con un profundo cariño.


Desde entonces son muchas las cosas que han evolucionado y, sin duda, serán otras muchas las que lo seguirán haciendo pero lo que no ha cambiado es mi interés y mi dedicación a una actividad de la que daré cumplida muestra en sucesivas entradas a lo largo de este blog.

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